EL SÓTANO DE LA CASA ROSADA

VARIOS - "LOST IN THE RIVER: THE NEW BASEMENTS TAPES"


Corría el otoño boreal de 2013 cuando T-Bone Burnett recibió una caja con manuscritos de Bob Dylan y una propuesta: que hiciera algo con ese material olvidado por el músico en 1967. Preguntó si Dylan estaba al tanto del ofrecimiento y una vez que se lo confirmaron, tuvo dos certezas. Primero, lo que hiciera con esos escritos debía respetar el espíritu original con el que fueron concebidos. Segundo y no menos importante, el resultado del trabajo tenía que “hacerle justicia” al autor. Se trataba nada más y nada menos que de algunas letras que el músico de Duluth había escrito durante su estadía en Big Pink, la emblemática casa de Woodstock de paredes rosadas, en cuyo sótano terminó de consumarse el encuentro artístico con los músicos de The Band (por entonces The Hawks) que diera a luz al disco The Basement Tapes. En el centenar de canciones grabadas en esa ocasión, incluyendo composiciones originales, versiones contemporáneas y canciones tradicionales, Dylan se alejó de la sensibilidad urbana y de las narraciones extensas que caracterizaron sus anteriores trabajos,  en pos de canciones más íntimas y cercanas a la tradición del sonido estadounidense.

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La elección de Burnett como curador del nuevo proyecto no fue casual. Desde que la banda sonora de "O Brother, Where Art Thou?" (la “Odisea” de los Hermanos Coen) lo ungiera como el alquimista esclarecido a la hora de añejar piezas musicales, se ha convertido en una suerte de garante del sonido norteamericano.  Pero había algo más, él había sido el ladero de Dylan en la Rolling Thunder Revue de 1975 y 1976, la gira que sucedió a la primera publicación oficial de The Basement Tapes. Habrá pensado el bueno de T-Bone que la obra de Dylan era algo demasiado importante como para dejarla sólo en sus manos, entonces recurrió a un grupo de músicos que, al igual que los integrantes de The Band,  individualmente fueran capaces de liderar su propio grupo. A decir de Burnett, cada uno de ellos tiene además las dotes de un arqueólogo, saben excavar sin destrozar lo que están descubriendo.

Pero, ¿qué es lo que hizo que tuviera sentido desempolvar esta quincena de poemas esbozados (¿descartados?) por Dylan durante aquella estadía en Big Pink? Dylan había llegado allí después de sufrir un accidente con su motocicleta en julio de 1966. Todo comenzó justo un año antes, la noche de cierre del Newport Folk Festival, paraíso acústico por excelencia, cuando Dylan cometió el “sacrilegio” de subir al escenario con una guitarra eléctrica, conectarla al amplificador y soltar tres canciones entre abucheos de los puristas del folk, para volver luego debidamente desenchufado e interpretar a regañadientes un par de bises.  Para entonces, y con tan sólo 24 años, Dylan era la promesa de la canción de protesta, sin recurrir más que a su ingenio, la guitarra acústica y la harmónica. Un poeta alucinado que paría clásicos instantáneos como The Times They Are a Changin con frases incendiarias como “…Vamos, senadores y congresistas, escuchen la llamada, no se queden en la puerta bloqueando el paso,…afuera hay una batalla y es brutal. Pronto sacudirá sus ventanas y hará temblar sus paredes, porque los tiempos están cambiando…”. Desde aquella noche de Newport los abucheos se sucedieron concierto tras concierto durante 1965 y 1966, culminando en el famoso incidente del Manchester Free Trade Hall cuando un integrante del público le asestó un “¡Judas!” en medio del set eléctrico, a lo que Dylan contestaría con un “I don’t believe you…you are a liar”, para luego darse vuelta y lanzar un “Play it fucking loud!!” dirigido a su banda (Hay quienes dicen haber escuchado “He is a fucking liar”), en cualquier caso, lo que haya dicho fue el preludio de una antagónica versión de “Like A Rolling Stone”. Según el periodista Andy Gill “los viejos folkies estaban demasiado ocupados cantando “The Times They Are a Changin” como para darse cuenta de que los tiempos en realidad habían cambiado”.

Es entonces cuando Dylan sufre su legendario accidente. Un percance nunca aclarado del todo. Fue anunciado como un hecho grave, pero el músico jamás fue hospitalizado. Tampoco hubo partes médicos. En sus Crónicas, publicadas cuarenta años después, Dylan deslizó una sugestiva aclaración “…sufrí un accidente de moto del que había salido malherido, pero me recuperé. La verdad es que quería rehuir la ardua competitividad de la vida moderna”. Versión que coincide con el relato de muchos contemporáneos que por esos agitados días de mediados de los sesenta lo describieron “como si estuviera en un viaje de la muerte”. Hay una anécdota que sucedió entre Robbie Robertson, guitarrista de The Band, y Dylan, que pinta con precisión el peso de la expectativa que se depositaba sobre él por esos días. Iban los dos músicos en un auto con rumbo a Big Pink cuando se produjo un silencio y Robertson soltó un “Bueno,… ¿Hacia dónde lo piensas llevar?” a lo que Dylan inquirió “¿Llevar Qué cosa?... ¿Qué exactamente?” La respuesta del guitarrista no se hizo esperar: “El panorama musical, por supuesto”. Bob recuerda haber bajado la ventanilla por el resto del trayecto para que el viento disipara el efecto de esas palabras. Ahí terminó todo porque Dylan no sabía cómo reaccionar ante semejante exceso de responsabilidad. Dylan se recluyó, para dedicarse a su familia y a leer la Biblia. Discontinuó sus actuaciones por los siguientes 8 años y tardó 37 veranos en volver al Festival de Newport. Así y todo, nunca logró quitarse de encima el aura de profeta que intentaron endilgarle.

Elvis CostelloRhiannon Giddens (Carolina Chocolate Drops)Taylor Goldsmith (Dawes)Jim James (My Morning Jacket) y Marcus Mumford fueron los elegidos por T-Bone Burnett para captar, casi medio siglo después, las reverberaciones perdidas de aquella cofradía musical que desde su refugio en Big Pink cambió la historia del folk y del rock sin proponérselo, casi huyendo del destino para construir una realidad paralela y así terminar escribiendo la verdadera historia. Lost on the River – The New Basement Tapes, el resultado del rescate comandado por Burnett, exuda un respeto casi reverencial. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta las condiciones autoimpuestas. Quienes, como Costello, cuentan con más ginetas se esfuerzan menos por salir de la zona de confort que les ofrece su tono habitual. Pero en general el proyecto mantiene su línea de flotación  y por momentos levanta vuelo, especialmente cuando Jim James toma las riendas (“Down On the Bottom” o “Nothing to It”).

Párrafo aparte merece la revelación de una letra que retrata con fidelidad el sentir de Dylan por aquellos días y que Rhiannon Giddens tiñe con la solemnidad del gospel: “…Me perdí en el río, pero me encontré, Me perdí en el río, pero no me ahogué, Un día de tormenta que estaba en el mar, las olas rodaron y cayeron sobre mí, Me fijé en la tierra seca y en un árbol alto y pálido, sabía que pronto era ahí donde me gustaría estar…”

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Finalmente, esta suerte de déjà vu llega cuando Dylan parece haber resuelto su trauma asumiendo con humildad, y porque no una dosis de resignación, el rol de vocero de su generación. Al menos eso dejó traslucir cuando compuso Things Have Changed”, la canción que en 2000 le valió su único Oscar a la fecha y que funcionó como una secuela de The Times They Are a Changin”, aunque con una visión más personal y menos explícita. Allí, entre imágenes apocalípticas y un dejo de melancolía, entona su perfecto epitafio “…Antes me preocupaba, pero las cosas han cambiado…Mucha agua bajo el puente, muchas otras cosas también…No se levanten señores, solo estoy pasando por aquí…Me lastiman fácil, simplemente no lo demuestro…”
JORGE CAÑADA

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